Cuando veo los ojos de mis hijos al destapar un regalo, no puedo evitar contagiarme de su emoción. Su mirada se hace más brillante y su sonrisa muestra el entusiasmo que tienen al descubrir poco a poco lo que hay debajo de la envoltura. Muchas veces, saltan a agradecer por el presente, sin ni siquiera entender bien qué fue lo que recibieron; pero están tan alegres que el solo ser destinatarios de una sorpresa los hace felices.

Los niños tienen una infinita capacidad de asombro ante lo que están descubriendo y nada les parece irrebatible. Sus mentes se hallan abiertas al mundo y hasta la realidad mas simple, es un motivo de sorpresa.

¿Qué pasa con esa capacidad de asombro cuando vamos creciendo? ¿Acaso nos volvemos menos sensibles? ¿Creemos que la ingenuidad e inocencia son defectos o que son actitudes exclusivas de los mas pequeños?

Creo somos curiosos por naturaleza y que asombrarnos es parte de nuestra esencia. Sin embargo, veo como poco a poco empezamos a perder una parte de nuestra ilusión, y la maravillosa capacidad de sentirnos asombrados y sorprendidos por las cosas pequeñas. Nos creemos la idea de que “ya lo sabemos todo” con la intención de hacernos mas calificados, cerrándole la puerta a nuevas ideas, a nuevos conocimientos y nuevas experiencias.

Sentirnos curiosos y admirar las cosas como si fuera la primera vez, nos ayuda a ser mas creativos, a proponer nuevas ideas y métodos. Cuando algo se nos hace rutinario, cada vez lo hacemos mas operativo, creyendo que “esa es la forma probada de hacerlo”. Pero cuando somos novatos, no tenemos vicios, ni miedos que funcionen como lastre. Al contrario, al ser todo novedoso, creamos una sensación de reto y oportunidad que podemos aprovechar para diferenciarnos y ser mas productivos.

Recordemos cuando tuvimos una vivencia maravillosa por primera vez. Lo que sentimos cuando fuimos principiantes en algo. La curiosidad de entender cómo funcionan las cosas. El agradecimiento por los triunfos pequeños, el cariño de nuestra familia, la salud que gozamos, el abrazo que recibimos, la persona que nos presta un servicio, las oportunidades que tenemos a diario, la compañía de nuestros amigos. Dejémonos tocar nuevamente por lo extraordinario en medio de la rutina y lo cotidiano.

No aceptemos la violencia y la marginalidad como situaciones normales; no lo son. Al contrario, son un llamado de atención a que actuemos buscando un cambio. No nos volvamos frívolos ni insensibles ante la necesidad del otro; eso no nos hace mas fuertes ni superiores. No demos por sentado las cosas que tenemos, sintamos agradecimiento y valorémoslas.

Recuerda, es Buenahora para sorprenderse!

Hasta la próxima

firma

«La mente moderna ha perdido toda capacidad de asombrarse. Ha perdido toda capacidad de mirar en lo misterioso, en lo milagroso. Por el conocimiento, porque cree que sabe»

-OSHO